Las emociones son reacciones que surgen ante un estímulo externo o interno. Su función es que nuestro organismo se adapte al entorno. Sin ellas, no podríamos conocer nuestro mundo interior, ni tampoco el de las personas que nos rodean.
Las emociones básicas y primarias que todo ser humano expresa son el enfado, la tristeza, la alegría, el miedo y la ira. Son de corta duración, pero nos brindan información de aquello que nos remueve y, a su vez, nos protegen de posibles amenazas y nos permiten poner límites.
¿En qué momento aparecen y por qué es importante trabajarlas desde la infancia?
La aparición de estas emociones, junto a las de ‘sorpresa’ y ‘asco’, se expresan desde el nacimiento, incluso antes de que los individuos aprendan a hablar, y su manera de exteriorizarlas es a través de la expresión facial y corporal. Es así que en los primeros años de vida, a través de las emociones se puede conocer cómo se encuentra el niño y la niña; si se siente cansado/a lo transmitirá a través del llanto, si siente alegría, lo expresará mediante una ruidosa carcajada. Son pura emoción.
Por otro lado, entre los 2 y 6 años, los/as niños/as comprenden mejor las emociones, así como las causas y consecuencias que sus actos provocan en estas, y poco a poco empiezan a controlarlas. De modo que, es en esta etapa en la que se asentarán las bases de un adecuado conocimiento y gestión emocional que les acompañará a lo largo de su trayectoria vital.
Aquellas emociones que no son gestionadas de manera adecuada, sobre todo las tildadas de emociones “desagradables” como el enfado, el miedo, la tristeza o la ira, dificultan que el individuo se sienta bien. Estas emociones son igual de válidas que cualquier otra emoción y, por ello, no se deben reprimirlas. Todo lo contrario, se deben gestionar.
Así pues, una adecuada regulación de las emociones mencionadas no sólo va a permitirles tener una mayor autorregulación que se verá reflejada en su conducta, sino que, además, influirá en su capacidad de gestionar los conflictos, en la manera de relacionarse entre iguales y de crear un clima adecuado de aprendizaje, entre otros.
De la misma manera, hay que destacar la influencia que tienen las emociones en el proceso de aprendizaje. Un individuo con dificultades para gestionar sus emociones puede presentar, también, dificultades en determinadas funciones cognitivas, dada la influencia que tiene la emoción sobre los procesos cognitivos y de razonamiento, los cuales participan a la hora de pensar y aprender.
¿Cómo podemos ayudarles a gestionar sus emociones?
No hay que olvidar que los niños y niñas aprenden a través del ejemplo. La manera en la que gestionan sus emociones depende, en gran parte, de cómo las gestionen los adultos que les rodean. Es por ello que validar las emociones que sienten los más pequeños, ayudarles a transitarlas, prestando atención a aquello que nos quieren decir, facilitará poder expresarlas de una manera adaptativa.
Será importante que haya espacio para la escucha, mencionarles la emoción que están sintiendo para que relacionen cada emoción con su reacción correspondiente y no quitarle importancia a lo que sienten.
A través de lecturas que traten directamente o indirectamente las emociones básicas, se puede trabajar el conocimiento emocional. A continuación, proponemos una serie de lecturas que pueden ayudar a trabajar el mundo emocional desde la infancia.
“Basati” (+4 años)
“Haserre gorria” (3-4 años)
“Mis pequeñas alegrías” (+3 años)
“Beeeldur naiz” (+4 años)
“El emocionario del inspector Drilo” (5-6 años)
“Triste nago” (+5 años)
“Qué asco de sandwich” (3-4 años)
“Respira” (+4 años)
“Ezagutu emozioak. Kaleidoskopio emozionatu egiten da” (+2años)
“Helio con hache” (+4 años)
“Koloretako monstruoa” (+5 años)
“El perro negro” (5-6 años)
“Malkoak” (3-4 años)
“El koala que puedo” (3-4 años)
“Putz egin eta ikusiko duzu” (3-4 años)
“Fernando furioso” (+4 años)