Apego: hace referencia a la unión o vínculo que se establece entre un individuo y una figura de apego (por lo general, su cuidador). 

El padre de la teoría del apego, John Bowlby, lo clasificó como una “necesidad básica” del niño/a pues el apego o unión con un adulto de referencia, le ofrecerá la seguridad para avanzar en su propio desarrollo.

Conocedor de la importancia que este apego supone, Rafael Cristóbal, promotor de la Pedagogía de la Confianza y actualmente formador en nuestro centro, aborda el apego como un momento fundamental en la vida del niño y la niña y hace referencia a este como el instinto central de la vida humana y social. Un instinto que, bien construído, posibilitará el desarrollo positivo y en confianza del niño/a y que, por el contrario, si no se establece de manera correcta, puede conllevar déficits a la hora de construir el resto de instintos que van conformando su personalidad y, desembocar en serios problemas de conducta.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de establecer un buen apego o un mal apego?

Las experiencias que vivimos en la niñez nos dejan una huella profunda, casi imborrable y es en ese valioso momento cuando más importantes son las relaciones de apego entre el niño/a y sus progenitores o figuras de referencia.

Desde que nace o entra en contacto con las figuras que se encargarán de su crianza, el niño/a ya establece enlaces afectivos con la persona adulta. A medida que los meses pasan, este vínculo, inicialmente primitivo, se hace cada vez más complejo y social hasta que, en torno al séptimo mes, ‘se enamora’ de ese adulto/a o adultos/as con quienes creará una fuerte unión.

Cuando la relación entre el niño/a y su figura de apego está enmarcada en un contexto de afectividad, amor y cariño, va respondiendo a esta figura de maneras diversas: le busca, le sonríe, llora cuando existe una separación, se consuela cuando le acoge en sus brazos… El niño/a siente auténtico amor por este o estos/as adultos/as que tanto le tranquilizan y que le brindan un puerto seguro siempre que los necesita. Poco a poco, este/a niño/a que posee un apego seguro (*) con una o varias figuras, siente que ya puede descubrir el mundo por sí solo pues sabe que, en cuanto lo necesite, su figura de apego estará ahí para ayudarle y protegerle. Así pues, se embarcará en nuevos descubrimientos y aprendizajes con confianza en sí mismo/a y en las personas que velan por él/ella. Y, lejos de convertirse en un ser dependiente, se convertirá en un explorador/a intrépido/a”, validado emocionalmente y seguro para establecer relaciones con su entorno.

¿Qué ocurre cuando no se crea un buen vínculo con la figura de apego o este vínculo se rompe?

Según haya sido la calidad del vínculo entre el/la niño/a y su figura de apego, evolucionará con mayor o menor seguridad en sí mismo/a y en su entorno pero, desgraciadamente, acarreará ciertos lastres que podrían derivar en alguna patología en el futuro. 

Cuando unos progenitores responden con ambivalencia e inconstancia a la llamada del niño/a, cuando no le proporcionan el cariño, y por ende, la seguridad suficiente o actúan de forma negligente, el niño/a reacciona y lo hace con miedo, con angustia, ansiedad, desconfianza, rabia… Son pequeños/as inseguros/as emocionalmente que pueden mostrar dificultades a la hora de explorar su entorno, y, por consiguiente, socializar con los/as demás. O pueden sentirse poco valorados/as, inseguros/as o mostrar impulsividad y agresividad en el trato.

*El psiquiatra y psicoanalista John Bowlby, creador de la Teoría del Apego, estableció diferentes patrones de apego según la calidad del vínculo. En este caso, el “apego seguro” hace referencia al apego sano que permite al menor madurar con equilibrio emocional y seguridad en su figura de apego.

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